Mi tiempo
Pese a nuestra constante lucha por loncharlo, ingerimos el tiempo en forma de amorfos bocados que deglutimos al ritmo de nuestra paciencia. Pero ya sea con avidez o con parsimonia, siempre llegamos a un punto en el que, solvitur ambulando, topamos con una línea de final, de comienzo, o de ambos a la vez. Ese instante en el que una tormenta se convierte en riada y un viento en huracán. Esa última rodaja de espera que te sacia y dejas de ceder el paso para ocupar la vía. Ese es mi tiempo.
Hay un tiempo para el Peatón, de la verde silueta iluminada o el blanco estampado sobre azul. Un momento en que los autos han de pararse. Me da igual que uno lleve prisa o que el otro haya estado parándose en tres de cada dos semáforos. Es la hora de dejar de contemplar a todos pasar mientras esperas como un idiota a que alguno tenga la amabilidad de otorgarte el turno. Es posible que sólo veas un triste arco iris en blanco y negro en mi puente de plata, pero es mi tiempo y lo emplearé surcándolo una y otra vez. Soy un peatón del cielo y de la tierra.
Noto que mi tiempo ha llegado. Veo el momento de cruzar esa barrera: Un pie, y luego otro, y de nuevo el primero, sin prisas, sin agobios, mientras oyes el silencioso frenar de la vorágine. Ahora te toca esperar a ti, que por una vez me toca ser el protagonista de la película. Puede que haya otros días mejores para caminar, pero igual que no elegí el de ayer, no voy a elegir el de mañana. Voy a cruzar hoy, y nunca más volveré atrás.
Addendum
“Así que ha llegado usted al final de nuestra carrera? – dijo la Tortuga -. Y ello a pesar de que la carrera se componía de una serie infinita de distancias. Tenía entendido que algún sabihondo había probado que eso era imposible”.
“Es posible – dijo Aquiles -. ¡Es un hecho! Solvitur ambulando. Ha visto usted que las distancias iban disminuyendo constantemente, y, claro, ...”
(Lewis Carroll
lo que la Tortuga le dijo a Aquiles)