Laberinto de metacrilato
Laberinto de metacrilato
Mi celda no tiene barrotes que asir, ni ventanas a las que la luna enmarcar. Vivo en un transparente laberinto de paredes de metacrilato, donde sólo la luz goza de libertad condicional. Trampa invisible donde va mi cuerpo a estrellarse, una y otra vez, asíncronamente.
Maligno enemigo el que no veo, difícil solución a este acertijo. Sin fortuna busco mi particular Ariadna que me ayude a escapar con el ovillo de su sonrisa. Si acaso pudiera distinguir las paredes, diferenciar lo sólido de lo etéreo, o refractarme en vez de reflejarme.
En cada intersección, en cada encrucijada, pienso que a la vuelta estará esperándome el minotauro de metacrilato, con su único ojo el de la verdad -, y me dirá con voz de ultratumba que estoy equivocado, que este luminoso laberinto está ciego de salidas, herméticamente clausurado.
Sin embargo, te veo; distingo tu figura y me acerco a ti, lentamente, cuidando de no golpearme demasiado con mis verticales carceleros. No huyas que ya te alcanzo. Necesito encontrarte, tocarte, sentir algo que no sea el frío e pulido metacrilato, y hacerte la pregunta: ¿Eres Ariadna o el minotauro?