La Respiro
Me he pasado hojas y hojas en blanco intentando definir qué siento por ella. He empezado y borrado compulsivamente cientos de líneas que ya nunca podré rehacer. Sabía que era algo tan simple como poderoso, que está en lo cotidiano y en lo básico. Aunque a fe mía que lo haría, no era el comer, ni el beber; ni siquiera el sueño, pese a que sí que lo he hecho. Era respirar lo que de ella obtengo.
La respiro, oxigeno de quilates del que se alimentan mis células; etérea jalea que me da la fuerza para subir al confín del mundo; soplo que elimina la toxina del sopor y embriaga mis alveolos. La inhalo y la deseo retener con todas mis ansias mas, como es libre, procuro que su marcha haga girar mis sentidos como una veleta, que su viento eleve al cielo mi modesta cometa.
Respirarla requiere un arte, a modo de pasos de baile alveolar en el salón de los pulmones. Una sonrisa se disfruta a ritmo de vals, pero para una carcajada tornaremos a samba. Un lento, muy lento, para degustar su mirada; hacer infinitesimal el movimiento del diafragma para acabar con un suspiro. Y jadear a golpe de rock su vitalidad, ¿necesitas batería para tu grupo? Te presento a mi corazón.
Pero, desdichado de mí, no siempre está a mi alcance respirarla. Y ahora toca aguantar el resuello, pues prefiero morir de asfixia a ingerir aire viciado alguno. Inhalar un buen halo de ella, apretar los dientes y seguir luchando por volver a tenerla en mí mientras no consigues comprender por qué la has de dejar si ni siquiera los otros la saben respirar. ¿Nos vemos mañana? Me muero por respirarte de nuevo.