A Ciudad Esmeralda, Maika
La máxima de un buen peatón pasa por huir del betún, pues las muescas de los zapatos son la tarjeta de visita de las aceras que patea; postales de polvo y grasa, pisotones y rozaduras a modo de álbum de recuerdos único. Al llegar el verano un nubarrón intentaba atropellarme, sin respetar paso ni norma alguna, así que decidí buscarme unas buenas calzas con las que escribir cientos de aventuras. Así, en los peores momentos, puedo mirarlas y decir: que nos quiten lo bailao.
No eran los chapines de rubíes de la bruja del este - menudo ridículo haría - pero desde que adquirí mis rojas zapatillas se me pasó por la cabeza darles la magia que necesitaban: Han recorrido todo Ámsterdam, han bailado en primera fila viendo a Söber, y se ha burlado de la presencia de los más férreos porteros y gorilas de los más distinguidos garitos (¡y a veces incluso sin pagar!). Y ahora que la tormenta me atropella, cojo el par, me los calzo y me pongo a caminar sin rumbo, orgulloso de mi pasaporte con suelas.
A mi amiga Maika le ha sorprendido la tormenta sin un buen calzado, pero yo estoy seguro que puede conseguir unos buenos chapines, que a ella sí que le sentarían bien. Elige unos del color de la alegría y la esperanza, y dirígete a Ciudad Esmeralda. Sigue el camino de baldosas amarillas acompañada de tu Miriam y tus amigos que no conocidos -, y por más que dudes, nunca lo abandones, que acechan campos de amapolas venenosas y monos alados. Y recuerda: la bruja del oeste odia las sonrisas, es tu mejor arma.
Convierte tu historia en maravilloso cuento, no en vulgar historia de sobremesa. No estás tan lejos como crees de tu felicidad, querida Maika; sólo un poco desorientada, mareada de tanto girar sin rumbo aparente. Rompe el maleficio en infinitos e insignificantes pedazos y písalos con tus zapatos mágicos. Ve más allá del Arco Iris, a Ciudad Esmeralda, Maika. Cuando llegues, pregunta por Oz, es amigo mío.
PD:
El falso mago lo miró con atención.
-Bueno dijo con un suspiro -, no soy un mago, como te he dicho, pero si vienes a verme mañana por la mañana, te rellenaré la cabeza con un cerebro. No obstante, no puedo decirte cómo utilizarlo; eso debes averiguarlo por ti mismo.
-¡Oh, gracias! ¡Gracias! exclamó el Espantapájaros-. No temas que ya me las arreglaré para utilizarlo.
-Pero, ¿y mi valor? preguntó ansiosamente el León.
-Estoy seguro que tienes valor suficiente respondió Oz-. Lo único que necesitas es confianza en ti mismo. No hay ningún ser viviente que no tenga miedo cuando se enfrenta a un peligro. El verdadero valor está en enfrentarse al peligro cuando se tiene miedo, y esa clase de valor tú la tienes en abundancia.
[...]-¿y mi corazón¿ -preguntó el Leñador de Hojalata.
-¡Ay! En cuanto a eso respondió Oz-, creo que te equivocas al pedir un corazón. No sirve más que para hacer sufrir a la mayor parte de la gente. Si supieras la suerte que tienes al no tener corazón...
-Eso depende de cada uno dijo el Leñador de Hojalata-. Yo, por mi parte, soportaré en silencio todas las desgracias si me das un corazón.
-Muy bien dijo Oz humildemente-. Ven a verme mañana y tendrás tu corazón. Llevo tanto tiempo haciendo de Mago, que no veo por qué no voy a seguir un poco más.
(extraído de "el mago de Oz" de L. Frank Baum)