Sudadera
No será de invierno, porque todavía no he sacado nada del armario. Sigo con mis camisas de verano y alguna cazadora. La abulia me invade, y sé que tendré que volver a visitar las tiendas a probarme esa ropa cara, mala y que me sienta como una funda de croché al papel higiénico. No sé si compraré alguna sudadera, pues ya la llevo encima: Todo me resbala, me suda, me parece igual, como agua que no he de beber.
No es una indiferencia ignorante, simplemente me estoy intentando escudar con lo más práctico que tengo: dejar que no pase por mis neuronas lo que a mi alrededor acontece es la única forma que conozco de que no me dañe. No me doy por vencido, simplemente dejo de dar palos de ciego, parar de andar sin ir a ningún sitio. Ahora me detengo. Llueve sobre mi cabeza y no abro el paraguas. No le tengo miedo a la tormenta.