Quien tiene un enemigo, tiene un tesoro
Dicen las malas lenguas que no es factible pasar por este mundo sin tener un solo amigo que echarse a la agenda, sobre todo si son de esos que trabajan en el ayuntamiento un encanto a la hora de quitar multas, conceder permisos de obra, etc...- u otro organismo oficial. Mas me doy cuenta que, padrinos aparte, el verdadero chollo no es tener un primo guardia, sino un enemigo poderoso que sirva de trampolín a tus virtudes.
Tener un malo con cara de estreñido y bigote supone una buena causa para un ejército si el malo lleva barba, súmeme usted diez cazabombarderos más, o diez hospitales menos que precisamente ha sido la mayor amenaza de España. Si Franco levantara la cabeza me colgaría por haber dicho esto, y es que presuntos señores como él saben muy bien buscarse enemigos más bajitos, darle la vuelta a la tortilla, y colgarse la medalla.
Si está demodé rebanar el cuello a tu contrario, lo mejor es fotografiarte con su derrota, que el perdón es la más cristiana de las cualidades. Y hasta una terrible ley de extranjería queda maquillada con una buena operación de rescate. Seguro que el mar está compinchado también con la oposición, y hace que naufraguen barcos cargados de crudo para desprestigiar al gobierno: Una foto, dos pagas, ...¡y puente de plata!
Yo estoy intentando localizar mi enemigo, ese que justifique mis actos y abrillante mis insignias; ese cuya erradicación requiera mi presupuesto y sus felonías encumbren mis virtudes. Con lo mal que ando de esto último, mucho me temo que debo esmerarme en el candidato; pues si un buen enemigo es un tesoro, escoger un mal adversario te puede llevar a la perdición. Y si no, ¡Que se lo pregunten a los terroristas suicidas!