Rumbo a Panamá
Llevo unos días que no escribo nada por aquí, y es que ando muy ocupado preparando mi marcha, por espacio de mes y medio, a Panamá. Estaré por Santiago, capital de Veraguas, coordinando un programa de formación de profesores de laboratorio de física, química, biología y ciencias naturales (una mezcla de las anteriores). Un viaje que encuentro repleto de paradojas. Porque encuentro paradójico que vaya a trabajar a una zona paradisíaca. Normalmente la gente va a sitios donde hace mucho frío, se come fatal o es carísimo para vivir. Además, con la cantidad de lugares donde viajaría, nunca se me pasó por la cabeza darme un garbeo por allí.
Más aún: voy a un programa multidisciplinar en ciencias (física, química, biología) pese a que no estoy titulado en ninguna de ellas. Mi jefe pensó que un ingeniero en informática y con una experiencia docente en todas ellas durante una década, curtido en mil batallas con niños era muy válido para el puesto. Paradójicamente el cretino que tomó las riendas de ese colegio donde desarrollé toda mi labor pedagógica pensaba que no había unas míseras clases que otorgarme y se las dio a cualquier otro en un símbolo de desprecio absoluto. Ahora no le guardo rencor, todo lo contrario, le agradezco que me echara en su momento de aquel tormentoso centro.
Paradoja porque pese a no tener mujer ni hijos a quien echar de menos, aún no sé cómo sobrevivir sin aquellas personas a las que quiero, que se han conjurado para incrustarse en mi corazón y acomodarse en él. A todas ellas les quiero agradecer lo que están haciendo por mi, sus regalos, esa gran fiesta sorpresa (nunca tuve una, fue genial), y esta cena que hemos tenido hoy. La vida me está enseñando muchas cosas: Puedes perder un gran trabajo y encontrar otro mejor. Se puede dejar un bello lugar para acudir a otro igualmente plácido. Pero por muchas otras personas que encuentres, un amigo es siempre insustituible. He aprendido a quererlos en la cercanía, ahora toca quererlos en lontananza. Es fácil: Los llevo en el corazón.