Historias que nunca te conté
Este relato estaba destinado a la Historia con mayúsculas, aquella que se escribe en los libros de texto y se cuelga en las pinacotecas; pero sin remedio le hago hueco a las miríadas de historias pequeñas que nunca pasarán del menú de mensajes entrantes de un móvil, si es que consiguen llegar al menos a su destino...
Todo empieza porque confundir Santiago Carrillo con Carrero Blanco, junto a otras infamias, le ha costado el suspenso a uno de mis alumnos. Pasar el verano viendo el careto de estos señores en vez de vérselas a sus guapas amigas me parece injusto castigo, ya que, aunque el error es desmesurado, toda la culpa no es suya. ¿No le han contado sus padres nada de la más reciente Historia? ¿Nunca le han dicho que las monedillas que se esconden tras los muebles retratan a una parte de nuestro triste pasado? Esos progenitores no pueden irse de rositas sin un castigo ejemplar.
En un intermedio tomado mientras escribía estas letras, tuve la desgracia de no poder contactar con una amiga. Esta historia que nunca le conté murió en las saboteadas líneas de una conocida compañía telefónica. Como yo, otras muchas personas dejaron de hablarse, de relatarse, de piropearse, de odiarse. Citas que no se realizaron, historias que nunca fueron, hechos que no trascenderán. Un precio demasiado caro para ninguna de las causas. Pero no nos desviemos, estaba yo hablando de la mayúscula ¿era así?
Prosigamos... Aunque esté cortada por el sesgo de la subjetividad, la mejor enseñanza de la Historia proviene de los que la han sufrido en sus propias carnes. De boca de mi abuelo sé que tuvo que soportar más tieso que la mojama la marcha de Alfonso XIII desde el puerto de Cartagena; y desde el mismo Mare Nostrum me contó cómo vio fracasar la revolución y perder la guerra. Más desdichado fue su hermano, al que una mina privó de contarme por qué al estar en otro lugar le fue asignado pelear en el bando contrario. Infame destino, pues ni siquiera se averiguó a qué supuesta causa servía el explosivo.
Claro que sin comunicación, difícil es que se pueda contar algo. Si las generaciones no se reúnen, la información no se transmite, como no se emitió mi mensaje. Para mi alumno, el vuelo de Carrero y mi cita tienen la misma categoría dentro de la ficción. No es justo que las amistades paguen el precio de la globalización, como no es procedente que mi alumno pague sus lagunas este verano sin condena para sus padres. Tampoco es de recibo que, por culpa de algunos, el resto del pueblo estemos condenados a repetir la Historia.