Me encanta ignorar
Siento predilección por aquellos sabios que se muestran humildes, ignorantes; los que callan y hacen preguntas en principio infantiles y en final maduras. Me encanta saber que hay personas que después de toda una vida estudiando siguen pensando que son ignorantes. Como ellos, me encanta ignorar.
Me aburre saber; una vez descubierto el secreto de algo parece perder su magia. Quizás por ello me encanta olvidar las cosas ¿no? Siempre se encuentra algo nuevo cuando se reaprende una y otra vez la trigonometría, la dinámica, el cumpleaños de los amigos o la mitosis. No hay clonación de conocimiento, siempre se percibe con alguna sugerente mutación.
De esa mitosis quería hablar. Veréis: hoy me tocaba estar en un laboratorio de biología. Hace la mitad de mi vida que no repaso este concepto. Y ahí estaba yo, con mi compañera Anna preguntando a una decena de profesores que la atendían qué era la mitosis. Y yo tenía el honor de estar ahí, reaprendiéndola, acaso de otra forma.
Vagamente recordaba la telofase y anafase, pero decidí olvidar, ignorar los conceptos, hacerme preguntas infantiles. Volver a aprender, esta vez de otra forma. El conocimiento se nos ha dado de forma tan aburrida que uno debe aprovechar estas divertidas formas de reaprender. Los sabiondos se lo pierden. No saben disfrutar de la ignorancia, su tristeza les delata.