La apariencia, en borrico
Cuenta una vieja historia que viajaban un padre y un hijo a lomos de un viejo borrico. Pasados unos kilómetros, la pobre bestia daba síntomas de cansancio, así que acordaron turnarse e ir cada uno un rato andando y otro montado en el animal. El primero en bajarse fue el hijo, justo antes de pasar por una pequeña aldea. Sus habitantes, al verlos pasar, no dudaron en criticar qué tipo de padre sería aquel que obligaba a su descendiente a caminar mientras él cabalgaba plácidamente. Pasado un tiempo decidieron turnarse, y fue ahora cuando al hijo le tocó sufrir las críticas de la siguiente aldea, pues veían mal que un chico tan joven dejara a su progenitor ir a pie mientras él disfrutaba del paseo.
¿Por qué nadie pensó en que el borrico era tan viejo que no soportaría el peso de los dos? ¿Por qué todos pensaron mal y, pese a ello, nadie acertó? Lo peor de todo es que ni el padre, ni el hijo, ni mucho menos el borrico, hubieran podido demostrar a los demás la bondad de sus propósitos. La intención no basta, necesita cubrirse de apariencia. Es más, es ésta tan importante que cualquier maquiavélico príncipe montado en burro sería capaz de recibir halagos mientras su verdadero motivo va extenuado, a pie. Y es que el rasero de medir a los demás puede llenarse tanto de la polvareda del camino, que acabemos calculando arrobas donde había que hallar yardas.
Por otro lado entiendo que por muy simple e infantil que sea una idea, si no somos capaces de transmitirla difícilmente podrán entendernos. A veces el ejemplo que queremos mostrar no es el adecuado, y ponemos otro, y otro, y al final hemos conseguido el efecto contrario: dar coces en la cabeza del respetable. De la madeja de confusión, si no se tira bien del hilo, se pueden hacer nudos muy difíciles luego de quitar. Nudos que en una garganta distorsionan su mensaje. ¡Cómo puede uno llegar a un mal trago cuando se pretendía hacer un bonito brindis! Para él se lo queda el Sol, ese que ahora está tostando al padre, y a su hijo, mientras la apariencia va plácidamente en borrico.