Mentiras encuadernadas
Es la primavera época de desprenderse de pudores: los pechos asoman al balcón de los escotes, los insectos se sacian de polen, el sol despide a las nubes, y hasta los libros salen a la calle a ligar con mentes sedientas de letras y, quién sabe, otras no tan acostumbradas al calor de un lomo en cartoné: Son las ferias del libro.
Guerras, guías de viaje, gramáticas sucintas, chascarrillos, y la receta del pollo al chilindrón se hacen un pequeño hueco al gran estamento de las historias fantásticas: Cuentos de mil y una noches, batallas de ciento y un días, adolescentes con varitas mágicas, y aventureras mujeres que nunca existieron van propagándose de lector a lector, conquistando mentes.
La ficción, prima de la mentira consentida que invade cada vez más los estantes: Me refiero a esos libros de bálsamos crecepelos, de alienígenas que combatieron con los sirios, y de viajes astrales. No hay feria del libro que no se nutra de varias casetas exclusivamente dedicadas a la mentira encuadernada de supuesta verdad, agazapada tras una hipnotizante portada.
La mentira consentida, la mentira encuadernada a la que acuso desde aquí. El embuste que llena la panza del librero bajo la falsa excusa de la libertad de expresión. Mediocres historias que no impiden el paso a tantos y tantos párrafos de bella prosa o verso. ¡No a la mentira encuadernada! ¡No al fraude de las pseudociencias!