Sexo pagando
Llega la primavera, época en que las calores aprietan y las hormonas bullen. Pero la dicha de unos es desgracia de otros, y no todos tenemos al alcance la capacidad de un simpático revolcón siquiera. Por ello, nuestras amables y próceres instituciones, en estas fechas, nos aportan un poco de sexo... pagando, eso sí.
Desgracia de uno es ligar menos que Calimero, más aún cuando no tienes un duro, estás en paro y Hacienda dice que te toca pagar una “jartá”. Un griego en toda regla, aunque yo hubiera preferido un francés; pero ese lo tienen reservado a las grandes multinacionales. Por eso yo voy de culo y ellas disfrutan de tanta exención fiscal.
Hay que reconocer que las cosas ya no son como antes: Ha desaparecido el sado, y los amables funcionarios utilizan su infinita dulzura y amabilidad para que las ruedas de molino parezcan pequeñas ostias: “¿Verdad que parece que no le penetro? Venga tontín, que ya terminamos... Si es por nuestros colegios y carreteras ¿Más vaselina?”
Yo, que me paso de tonto, honrado y vicioso, intento declarar unos ingresos, pero nadie me dice cómo: de ventanilla en ventanilla como si la sodomía ya no estuviera de moda. “¡Uissh ! Eso me va usted a la planta 13 y medio y se lo solucionan en menos que dura un orgasmo. Desde aquí me va a ser más difícil, en pleno ataque al ojete”.
Al César lo que es del César, que en toda relación sexual las cosas hay que tenerlas muy claras. Que sé lo que pasa, que luego andarán reprochándome: “¡Me dijiste que eras paloma y eres gavilán!”. Yo quiero pagar, no soy como el cabrón de mi exjefe. A mí el sexo, pagando, que una es viciosa, pero muy honrada.
Así que ahora me encuentro en una extraña situación: Ya no es que tenga que procurarme el sexo pagando, ni que ni la vaselina me desgrave. Es que ahora tengo que poner “la carne en el asador” y fingir los gemidos. Amigos, os contaría mi experiencia sexual, pero no estoy para sentarme...