Huérfanas de sufragio
Blancas hermanas, altas y enjutas las unas, achatadas y sonrientes las otras. Huérfanas en espera de un votante que las adopte en universal sufragio. Derecho por el que muchos yacen en una fría tumba mientras otros lo hacen, denostándolo, en una cálida hamaca en la playa, el campo o su casa. O un padrino antes de la hora del cierre, o la eterna condena al orfanato del contenedor azul.
-¿Por qué esa fila avanza más que esta? - Se pregunta una.
-Esa es de los socialistas – aclara la papeleta anexa.
-Pues yo también llevo impresa la del partido socialista
-Sí, pero la tuya es de otro partido socialista, así como la mía es de otro partido de derechas distinto al popular. No tenemos enchufe
-Mira ese que entra... tiene cara de indecisión, voy a torcerme un poco para que se fije en mi
-¡Presuntuosa! ¡quién va a querer a una papeleta de un partido que ni siquiera sale por televisión
La candidez de la democracia tiene miles de hijas huérfanas de sufragio. Candidatos que no serán, opiniones selladas por la desidia de quienes – irónicamente - hubieran agradecido oírlas, esfuerzos ímprobos sin recompensa. Gana por mayoría la irresponsabilidad y sus aliados: la desidia, el pensamiento único y quienes hacen trampa en el juego de la democracia. Había muchos partidos por los cuales votar, muchas papeletas que adoptar, pero nadie se molestó en contárnoslo.