Teoría del “cero pelón”
Suceso 1: Estaba yo repitiendo la asignatura “Sistemas digitales” de primer curso de Informática. Me había mirado ya todos los libros de la biblioteca sobre el tema. Hago un examen muy bueno, pero no aparezco aprobado. Voy a la revisión y el profesor – nuevo – me dice: “pues tienes un cero pelón”. Me quedo frío como el hielo. La causa de tan rapada nota estaba en que me había equivocado en el grafo inicial por un “fallo tonto”, y como entonces todo el ejercicio cambiaba, pues ya no le era válido al señor, pese a que el resto estaba muy bien. Si me hubiera equivocado al final, habría obtenido más de un nueve ¿no? Ante mis airadas quejas, y visto que un ejercicio tan detallado no merecía un “cero pelón”, dejo constancia ante el profesor experto, con el que comparte despacho. En la siguiente convocatoria apruebo con un ejercicio ramplón. Al año siguiente ese profesor ya no está.
Suceso 2: “Teoría de Sistemas”, en tercero ya. Aparece en la pizarra una integral compleja que nadie sabe a colación de qué va, y no se desarrolla en clase. Los más avispados, pensando que iba a caer en el examen, van al seminario de matemáticas a que se la resuelvan. Efectivamente va a examen y éstos sólo tienen que copiar literalmente dicha integral. En la revisión le digo al profesor: “bueno, procuraré hacerla en casa y si no me sale te lo pregunto”. Y me responde: “No lo intentes, no te va a salir”.
Suceso 3: Misma asignatura, junio. Apenas nadie sabe de dónde sale un diagrama de Bode. Yo me curro la teoría de complejos y aprendo cómo hacerlo. En el examen cae un ejercicio del libro. Aunque está permitido éste, no lo está traer el solucionario. En dicho solucionario sólo aparece el diagrama final, pero no el desarrollo. La mayoría se limita a copiar dicha solución de la proscrita chuleta sin explicar nada más. Yo hago el desarrollo completo, pero me equivoco y no me sale igual. ¿Adivináis quién no aprobó?
Suceso 4: Misma asignatura, septiembre. Efectivamente fui yo y dos bobos más quienes suspendimos. No iba a caer otra vez en el error, y me limité a rellenar la solución con mis datos, pese a que no concordaban... Había que conseguir que la solución se pareciera a la verdadera como fuere. Efectivamente, aprobé.
Suceso 5: Paso de la diplomatura a la licenciatura, previo curso puente; mas a una profesora – la de “estadística computacional” - no le hace gracia que estemos allí los “inferiores”, así que nos aplica distinto rasero en la corrección: A mi compañero le suspende con teorías peregrinas como decir que un “1” siempre corresponde a un voltaje positivo y que la composición de funciones (f o g) significa “o efe o ge”. Protestamos y nos corrige con más severidad aún otro profesor del departamento. A la siguiente convocatoria apruebo con el peor examen que he hecho en la carrera.
Suceso 6: Penúltima asignatura, por fin. Después de varios examenes en los que no llegaba al 3 con mi presunto profesor de “Teoría de redes”, realizo el de la convocatoria extraordinaria con la suerte de que me corrige uno de sus colegas. No hago un ejercicio mucho mejor. Obtengo un 9’5.
Suceso 7: Última asignatura: “Comunicación de datos”. Nunca paso del “pequeño test de 20 preguntas” simplemente porque nunca sé qué hay que responder: Voy a la revisión y miro una de mis respuestas tachadas como mal. Ante mi requerimiento de que lo que estaba escrito no era mentira y respondía a esa cuestión, la profesora me responde: “Sí, pero yo me refería a tal otra cosa” – que no estaba bien especificada en el enunciado – “pero no te preocupes, que en el examen extraordinario no hay test”. Efectivamente, no hubo y aprobé. Las cositas claras.
¿A qué viene todo esto? Pues que este domingo me examino en las oposiciones al cuerpo de profesores de secundaria, especialidad Informática. Viendo los ejercicios prácticos vuelvo a recordar en lo variado que puede ser una corrección en esta disciplina, y pienso en el rasero con que me van a medir. Sólo pido que no me apliquen más la teoría del cero pelón.