Cabeza de ratón
Recuerdo con añoranza a mi pandilla del colegio. Lo pasábamos muy bien en el recreo y teníamos una gran amistad fuera del centro. Éramos un grupo pacífico, jovial, que disfrutábamos con los chistes y las bromas sanas. Nunca nos metíamos en pelea, ni siquiera respondíamos a las provocaciones del otro grupo: el de los agresivos, los que jugaban bien al fútbol, los que – al final de la básica – tenían éxito con las chicas.
Un gordito, un mimado, un afeminado, un miope, un raquítico, y yo - un inadaptado, supongo - como líder natural del grupo de marginados del colegio. Compartíamos los ratos de educación física de suplentes, de portero o jugando al “mate” con las niñas. En un mundillo en que todo giraba en torno al deporte rey, éste nos despreciaba y nosotros lo ninguneabamos: Cabeza de ratón antes que cola de león.
Cola que nos atizaba de vez en cuando, siempre a las órdenes de su cabecilla, con agresiones y provocaciones a las que rara vez respondíamos. Una vez, recuerdo, me cercaron, y el más iracundo me atizó en la nariz. Era un dolor que no había experimentado antes. Mi respuesta le fue a él más dolorosa, pues me dediqué a reírme. Cada vez que me golpeaba, una carcajada. Nunca más me volvió a pegar, y yo perdí la ocasión de usar por primera vez estos puños aún vírgenes de ira.
Hoy, más que nunca, cabeza de ratón. Un 4’130 en las oposiciones, segunda mejor nota de entre los marginados de mi tribunal. Un par de errores en la práctica me han sentenciado. Este dolor sí es conocido, pero prometo sonreír de igual forma. Ahora a seguir moviendo el hocico para buscar el queso por tan intrincado laberinto. Siempre es preferible eso a quitarle las moscas al jefe.
"Le robé a las sombras unos gramos de oscuridad
y a la multitud pedí prestado un poco más de soledad.
Al grito le pedí silencio y calma a la ciudad.
llamando por su nombre al sueño,
éste no tardo en llegar
Había diecisiete espejos rotos
encima de un altar,
Reflejando esa parte de nosotros
que intentamos ocultar.
Había un mapa imaginario, un libro sin final.
El camino estaba ya trazado
y algo nos impedía andar.
No puedo recordar jamás cómo acaban los sueños
después de despertar se desvanecen y los pierdo.
no puedo recordar... no puedo recordar jamás...
los sueños... los sueños... como acaban los sueños.
De ceniza y de promesas rotas
se tiñó el amanecer.
mis venas y mis huesos flotan
entre aviones de papel.
Diecisiete osos de peluche
buscan algo en que creer.
Diecisiete tumbas, diecisiete nubes
lo intento pero no puedo correr.
No puedo recordar jamás cómo acaban los sueños
después de despertar se desvanecen y los pierdo.
no puedo recordar... no puedo recordar jamás...
los sueños... los sueños... como acaban los sueños."
(091- Como acaban los sueños)