La velocidad puede matar
Ya lo decía aquel avispado recluta indicándole a su sargento que no temía a las balas, sino a la velocidad que ellas llevaban. No sé si es cuestión de la angular o la lineal, porque en los paneles luminosos que la DGT tiene instalado en las carreteras sólo rezaba la lapidaria – nunca mejor dicho – frase: “La velocidad puede matar”. Y como muestra, nadie se murió en el tremebundo atasco que he sufrí ayer al pasar por la ciudad de Murcia. ¿Y si en aquel momento se nos derrumba el cielo, por Tutatis, o por ejemplo? Hubiéramos fenecido todos por estar allí parados, por hacerles caso.
Pues al comprar mi automóvil nadie me advirtió de nada. Es más, me ofrecían otros modelos más potentes, con más cilindrada. Se ve que los del concesionario – incluso los fabricantes – no lo saben, pues me lo habrían dicho como hacen los estanqueros cuando compras tabaco. Me imagino otros lemas que pueden ir en austeras pegatinas en nuestros carros: “Adelántame y te puedes matar”, “De aquí a la eternidad”, “Conducir produce prepotencia”, “Se recomienda hacer testamento”, “Recuerdos a la Parca”, y cosas así que nos aleccionen del desmedido uso del vehículo.
¿Y por qué no lo extendemos y nos etiquetamos todos? “Vivir mata lentamente”, “Tus triglicéridos están conspirando”, “nasío pa morí” y otras lindezas se pueden pegar, incluso tatuar en partes bien visibles: ¿Qué tal un: “polvo echas y en polvo te convertirás” en la entrepierna? Las matronas deberían advertirlo nada más nacer: “¿me pregunta usted si es niño o niña? ¡Qué más le da, si en cien años todos calvos!” “Gracias señora matrona, no lo había advertido. Gracias a nuestro sistema de salud por ser tan buenos como la DGT”.
Cinismo aparte, los muertos en la carretera no se merecen un análisis tan simplista (el mío y el de las instituciones). Comenzando por esas infantiles estadísticas y sus conclusiones: “Si el número de muertos este año es menor que el del año pasado, la DGT está haciendo un buen trabajo. Si no, hay que presionar más a los conductores”. Craso error, puesto que los vehículos llevan un número variable de personas, y en una colisión típica de dos vehículos pueden morir entre una y diez personas. Demasiado margen cuando se comparan fines de semana donde los fallecidos no llegan a la cincuentena.
¿Y qué hay de el alcohol? ¿Cómo podemos aventurar la conclusión de que es el culpable en los casos menos evidentes? Ojo, no estoy poniendo en duda que beber sea peligroso, pero el simplón análisis que hace la DGT le quita seriedad al asunto: Hay un accidente, alguien ha bebido, el alcohol está implicado, luego el alcohol es condicionante, ergo el alcohol es la causa. Todos contra la bebida, y la velocidad, nadie contra las cilindradas de miedo y la educación vial de vergüenza. Anuncian controles de tráfico por Internet, junto a un juego de Fórmula 1 y el nuevo coupé; pero tras la velocidad irán contra la fuerza, luego a por el trabajo y la energía. ¡Física, estás acorralada!