Acrónica Barça-Madrid
Si me gustase más el fútbol, sería más feliz. Ahora mismo estaría viendo el Barça-Madrid con los amigotes disfrutando de la victoria de uno o desahogándome por el robo de partido hacia otro. Tendría unos dioses que admirar y adorar, requetegalácticos y metagoleros. Los domingos pasaría de la frecuencia modulada a la alegría sin mesura del gol, quiniela en mano y atención en oreja. Y los lunes de victoria serían distintos claro está, tendría que hacerme de un equipo ganador.
Si me gustara más el fútbol no estaría ahora escribiendo; quizás consiguiera dejar de pensar, o mejor aún, pensar como el resto de los hombres. Probablemente así las mujeres sabrían a qué atenerse cuando me ven: ¡Hombres! Un escudo, una bandera, un orgullo, una peña, unas cervezas... Bueno, la cerveza es universal y omnipresente, pero podría tomarla celebrando una victoria aplastante sobre el rival. Tener mi momento ganador en una vida de perdedor.
Es más, podría ser un forofo del fútbol, uno bien grande; de esos de coleccionar las jarritas del centenario y los banderines oficiales. Conocer las ligas alemana, inglesa y polaca, saber que el Milan juega en Milán, que es una ciudad que está en Italia; o que Liverpool no es una marca de electrodomésticos. Elegiría el quesito naranja siempre en el Trivial, y me preguntaría por qué hay sólo un apartado de deportes y tantos de cosas raras. Llegaría, incluso, a pensar como un balón. Entonces, y sólo entonces, llegaría a entender cómo piensa un yanqui: su deporte es el béisbol.