El Peatón del Aire

Unos nueve coma ocho, casi diez, son los metros por segundo que está acelerando mi cuerpo este planeta en cada unidad de tiempo. La atracción gravitatoria, el pegamento a este mundo que me impide pasear por el aire por medios naturales. La fuerza que hoy, un mal día, me está pesando, ahogando. Hoy siento la gravedad en todos y cada uno de mis poros como cadenas que un galeote espera perder a manos de un quijotesco aeroplano.

Según nos canta Blixa Bardeld, el líder de Einstürzende Neubauten, la gravedad no obedece a una ley, sino a una dictadura imposible de derrocar. Como el fascismo, es tirana con sus acólitos, pero a la vez acogedora: Quédate quietecito en casa y verás como no te vendrá ningún mal, pero si buscas la magia del sol tus alas se derretirán y caerás. O como en el mito de Sísifo, condenado perpetuamente a subir una gigantesca roca para volverla a perder nada más llegar a la cima.

Pero sin esos aproximadamente nueve coma ocho no seríamos lo que somos. Basta con ver las imágenes que nos llegan de vez en cuando desde el espacio a la hora de comer para ver cómo lo más simple se vuelve complejo en ausencia de gravedad. Incluso ese redondeo a la decena se me antoja determinante para cambiar el paisaje terrestre. Somos gravedad, somos casi diez; y hoy siento esa presión hasta su última cifra.