El Poder de la Verdad
No sé si la máxima tu poder es la ignorancia, el mío es la verdad es de algún conocido inventor de citas, pero yo se la he leído a una persona de extrema derecha. Una de esas frases lapidarias que intentan atizarte con el canto del mármol, pero que en este caso me halaga.
En primer lugar yo como de la ignorancia, pero no de alimentarla, sino de extirparla. Me esfuerzo por darle a mis alumnos las herramientas para que en el futuro sean capaces de hacerlo ellos mismos, sin ayuda exterior. Desde usar un diccionario hasta apagar una calculadora, de demostrar un teorema a refutar un silogismo, es necesario que los jóvenes se acostumbren a mantener a buen ritmo de trabajo esa que llamamos cabeza.
Si les diera todo el mecanismo de la verdad y les revelara la divina, conseguirían el acomodo de sus mentes. La abnegada fe es el colesterol de las neuronas, y las máximas son deliciosos donuts para mentes obesas que hacen estallar los cráneos de los exaltados. Felices en la verdad, paradójicamente abundantes en la ignorancia. Los hijos de la patria alimentados con el pan del dogma... y luego dime tonto.
A mayor verdad mentirosa, más grande es la bola de nieve y la mansión del que la predica. Viendo mis riquezas creo que cuento muy pocas verdades, y me alegra. Es más, procuro que sean ellos los que encuentren la certeza. Que usen el razonamiento, que es como la fibra que hará que lo execrable sea convenientemente depurado.
Y, curiosamente, me da la sensación de que toda esa ignorancia que extirpo queda atrapada en mí. Es como si cada vez supiera menos, sumido en una socrática tiniebla que me hace cada vez más libre. He llegado a olvidar muchas cosas para aprender el mecanismo de cómo llegar hasta ellas, y al soltar la tara de la verdad revelada sólo se me puede lastrar con la fuerza bruta. Por desgracia, los poseedores de la verdad también lo son de los ejércitos. Claro queda que están en posesión de la verdad... ¡como para llevarles la contraria!