El show de Paquirrín
Era la hora del almuerzo, la única en que veo algo la tele, y no era día de diario, pues no estaba el concurso "saber y ganar". Me acuerdo que era un programa que emite fragmentos llamativos de otros espacios, al estilo de "zapping". En la pantalla aparecía Agustín Bravo y una trouppe de supuestos periodistas, capturados del programa "Bravo por la tarde" que se emite en la cadena pública Canal Sur.
Apareció como un espectro la foto de Isabel Pantoja, y como un rugido su voz vía teléfono. Lo que esta mujer soltó por esa boquita no fue "marinero de luces", ni tonadilla alguna que se asemejara. La Pantoja espetó fragmentos que bien podrían entrar en "veneno" o "la bien pagá". La reina de la copla soltó toda la hiel que ha ido acumulando durante tantos años de prensa biliar, que no rosa.
Poco me interesa esta señora, a decir verdad, y menos todavía su vida, la de su familia y la del programita de marras. Pero entre bocado y bocado - el arroz con habichuelas que hizo mi mamá estaba de miedo - me detuve a pensar en su hijo, Francisco Ordóñez Jr, alias "Paquirrín". Un niño que recibió los sacramentos en los quioscos, junto a los fascículos de bricolaje para iglúes. Un joven cuyos pedos salen en antena.
La señora Pantoja, como una fiera, disintió claramente de los presuntos periodistas sobre la legitimidad y veracidad de sus comentarios. Su voz se desgarró como mil veces se le habrá ajado el corazón. "Estoy harta..." decía, y los contertulios, con la cabeza agachada, tragaban más y más bilis. Un periodista digno nunca hace comentarios como esos, y una persona digna habría abandonado el plató y dimitido de su cargo.
Supongo que es legítimo abusar de la dignidad de quien no ha querido tenerla - no diré nombres, pero en "crónicas marcianas" hay un extenso catálogo -; pero es de juzgado de La Haya lo que se ha perpetrado contra esta persona, empezando por su madre, que nunca ha sabido ni ha podido apartarle de los paparazzis; y terminando por las cadenas públicas que derrochan nuestro dinero de tan denigrante forma.
Paco, el chico que creció sin padre y sin intimidad. El hijo de torero que no será torero y el hijo de cantante que no será cantante. Miedo me da pensar en qué malgastará su dinero; pánico imaginar una Rociíto en versión masculina; horror especular con las sucesivas apariciones de supuestas amantes en la cada vez más tonta caja; congoja calcular cuánto de nuestro dinero público se malgastará en este espectáculo, el show de Paquirrín.