Creo que fue el
Superintendente Vicente el que acuñó la frase, cuando dijo a los agentes de información
Mortadelo y Filemón que cobrarían los atrasos que le debía "la semana de los dos jueves". Es una de las pocas citas de mi infancia, llena de lecturas con bocadillo - más fáciles de digerir que las aventuras de
Los Cinco o
las de Guillermo el Travieso.
Dani todavía está buscando esa semana en el calendario. Hace unos días me preguntó cuándo iban a poder disfrutar de la sala de informática los chicos de su grupo; y yo le respondí con semejante embuste pensando que la capacidad crítica del chaval se activaría rápidamente. Mas cada vez que nos encontramos, me interroga sobre la misteriosa fecha que no consigue hallar en el calendario.
Miedo me da él, y pánico me doy yo. Me aterroriza su nulo escepticismo y mi capacidad de manipulación. Me pregunto cuántas tonterías puedo inculcar en sus cabecitas con la impunidad que me da mi título; porque es eso, impunidad y no autoridad ni erudición lo que otorga una cartulina firmada por gentes que nunca conoceré, y que poco sabrán de mis trolas.
Me parece mezquino jugar con la autoridad, con la confianza depositada por las personas que buscan en tus supuestos conocimientos alguna respuesta. Maestros que no enseñan evolución, médicos de dudosas doctrinas alternativas, físicos que supuestamente estudian la fusión fría, o cualquier gañán que cuelgue título alguno en su despacho para escudar sus mentiras.
La mentira es obesa por naturaleza. Es incapaz de saciarse, y cuanto más aumenta, más creíble parece. No disimula sus michelines y va alegre pensando que se es más feliz así. Como la gran mentira de hoy, firmada por
Sadam Hussein, y lanzada con el mayor descaro. Necesito ver a Dani y sacarle del engaño, extirparle esa candidez... miedo me da también quitársela.