5.000 KGRS.
Eso es lo que aparecía en un cartel sobre un alijo que incautó la policía el otro día, aunque no sé de qué. Podría ser de Kriptonita Genuina Rebajada en Sacarina, o de Kabrones Gamberros en Redadas de Sopetón, o puede que sea de discos peligrosos de King África, George Dann, Ramoncín y Silvia Pantoja. Lo cierto es que debajo había unos paquetes, unas cinco toneladas de peso de una sustancia que no sabría describir, pero seguro que está más prohibida que el jamón de bellota para el pensionista medio.
Gran despliegue policial para capturar el alijo. Estoy seguro que se le escaparon los cabecillas de la misma forma que el gazapo. En la escuela los chavales aprenden que no se debe ser malo, que el tráfico es delito, y que la abreviatura de kilogramos es “kg”, en minúscula, sin plurales y sin punto. Por deformación uno tiende a poner Kg, porque aprendió una vez que los múltiplos se escriben con mayúsculas, por la cantidad de kilos de bits que uno tiene asimilados ya, y por el empeño de mi procesador de textos de escribir “Kg.”.
Algunos podrán pensar que el Sistema Internacional es bastante puntilloso, pero lo que no cabe duda es que uno de los grandes motores de la ciencia está en compartir un sistema métrico iguales para todo el mundo, un lenguaje común en la medida que pronto deberían considerar tomar los países anglosajones (y satélites) para el bien de todos. Saber medir es una asignatura pendiente de la sociedad.... ¡5.000 kg! ¡Menudo alijo!