Un cerebro en un mundo de culos.
Tomémoslo de forma jocosa, porque es para llorar. Es ésta una época paradójica, y aunque haya quien inventen curas para el cáncer o métodos de comunicación sofisticados, lo cierto es que no vivimos en un mundo de cerebros, sino de culos; y no sólo prima el saber lucirlo y menearlo, sino que se debe pensar con él.
Han sido siempre las posaderas las musas de los reyes del andamio que, al grito de "¡Cordera!", han avisado siempre a la comunidad de que ante sí desfilaba jaca con una grupa merecedora de admiración. La respuesta de la afectada no se hacía esperar, y solía recordar a los currantes su condición de obsceno o de machista.
Sí, amigo lector, la exaltación del culo de una mujer era signo de machismo en un entorno que luchaba por la igualdad. Como los tiempos cambias, las mujeres pueden, en curranta libertad, gritar por las posaderas de los maromos sin recibir veto alguno, y además queda moderno. ¡Viva la igualdad!
Pero lo que más me inquieta es el éxito que se obtiene pensando con ese "tercer ojo". Diciendo sandeces puedes tener un programa de televisión, regentar la mismísima Casa Blanca - confirmando que los EEUU es el auténtico país de las oportunidades -, o lo que es peor: Ser presidente de un país tan civilizado como el nuestro.
Pero cuidado con la combinación cerebro-trasero, pues no hay nada peor que te traten por tus posaderas teniendo más razones para que te admiren por tu materia gris. Entonces no sólo te tratarán como a un objeto, sino que te darás cuenta de ello. No dejes que tus neuronas arruinen esas bonitas formas... ¡Deja de pensar!
Llegado a este punto, se puede adivinar que, o bien no tengo un buen cerebro, o bien no tengo un buen culo - o, lo que es peor, ninguna de las dos -. Mas lo que más me inquieta, no es que sea cierta la segunda de las disyuntivas, sino el hecho de ir, irremediablemente, de posaderas para abajo, sin freno.