Es curioso cómo cosas que son muy fáciles de entender son tan difíciles de explicar; por eso recurro al tristemente desaparecido
Mario Bohoslavsky para definirme como una persona partidaria de la razón, del análisis y de la observación. Alguien que no se cree una afirmación sólo porque lo diga mucha gente, o porque parezca muy rimbombante la afirmación.
Pues una cosa tan simple y tan razonables es harto compleja de entender entre las personas que me rodean. No soy un nihilista, ni practico
el escepticismo filosófico, simplemente intento mantener una actitud crítica ante cualquier afirmación, sometiéndola a juicio objetivo. El escepticismo no se posee, se practica con humildad y, muchas veces, como buenamente puedas.
Claro, que no puedes ir diciéndole a fulanito que todas las horas, dinero y espacio empleado en su biblioteca de J. J. Benítez las podría haber empleado en Perrault o Iriarte. O contarle a menganito que sus pastillas homeopáticas para adelgazar sólo le harán menguar su bolsillo. Incluso lo que es peor, explicarle a zutanita que aunque ella y yo seamos de ascendentes compatibles, todo el romanticismo se va al garete porque el horóscopo es toda una patraña.
Sin embargo, de vez en cuando encuentras a una persona con la capacidad crítica necesaria, aunque no la haya puesto en marcha. Alguien fascinada por algunas cosas verdaderas y muchas otras falsas, y dispuesta a escuchar mis argumentos en contra... ¿Estoy en el derecho de destruir parte de ese mundo? ¿Le será beneficioso ver la realidad? ¿Debo ser yo quien le extirpe la inocencia? ¿Me lo perdonará alguna vez?