He tenido un sueño premonitorio, aunque no recuerdo cual ha sido. Como decían los
Ceronoventayuno no puedo recordar jamás como acaban los sueños. Sin embargo sé que algo sucederá que antes me haya dictado Morfeo. No sé si será un avión el que se estrelle, o un trabajo que me salga. Sé que no será el que me toque la lotería, que nunca juego; y por desgracia tampoco me tocará aquella chica de aquel otro sueño, un poco más picante.
Cogiendo la calculadora y reciclando el “diccionario de los sueños” vemos que podría sacar unos 250 temas de los que comentar en una noche de sábanas blancas. Como no puedo faltar a la cita cada día, es bastante improbable que a lo largo de mi vida no haya ningún suceso previamente roncado. Me lo dice
la ley de los grandes números, algo que por sentido común ya intuía hace tiempo. En latinajo sería
pos hoc ergo propter hoc, es decir, que el hecho de que dos sucesos se continúen en el tiempo no significa que el primero sea causa del segundo.
Menuda herejía, me encanta esta ley que se carga siglos de supercherías y millones de chorradas escritas. Pues la misma ley de los grandes números dice que alguna de ella acertará. Aquel ganador de la chorrada seleccionada se puede poner bien las botas proclamando su clarividencia. Por cierto ¿ha ganado alguno en el asunto de Leonor? Lo de si era chico o chica era casi al cincuenta por ciento, pero el santoral tiene tela de nombres... ¡ay! Si se hubieran puesto de acuerdo los videntes, alguno habría acertado.
La clarividencia... Debería hacer algo para soñar más con mujeres ¡y comprar lotería!