El Peatón del Aire

El primer lustro de mi vida lo pasé bajo la dictadura de Franco, por lo que poco recuerdo de él. De ese periodo guardo dos cosas en mis neuronas: una vaga alusión a unos señores que fueron a la cárcel por hacer pintadas contra el régimen y el día posterior a la muerte del caudillo. Dos días bastante desconcertantes para un infante en edad de crecer.

Si estúpido me parecía que metieran a unos pobres ciudadanos en la cárcel por pintar - algo que a esa edad me encantaba hacer -, más pueril me parecía que me regalaran un día sin colegio para luego castigarme con la patética imagen de una capilla ardiente en blanco y negro. ¡Cómo pueden quitar a un niño de cinco años una mañana de televisión!

También me acuerdo que iba a un colegio de pago, pues la única escuela pública -llamada "Generalísimo Franco" - estaba regida por un déspota machista que despachó a mi madre después de aguardar una larguísima cola y tener una minúscula entrevista. Unos años más tarde estrené un precioso centro público con grandísimos profesionales que me educaron en libertad y tolerancia.

Difusos recuerdos de la transición, como el humo de los botes que cubría a un travieso amigo que se coló entre la policía y unos manifestantes. Mi padre, que había ido con mi hermano mayor, nos contaba en la mesa qué era una manifestación. Por la radio, el "parte" anunciaba que un chico había muerto por un disparo cuando intentaba izar una bandera de Andalucía... ¡Ah!, ¿pero teníamos bandera? Pues ya teníamos mártir.

Imágenes en blanco y negro que desaparecieron con el color de los carretes de fotos, de los televisores Telefunken y de las pegatinas de los partidos políticos. Instantáneas que guardo como oro en paño para no olvidarlas jamás. Fue una lección de historia que, ojalá, nunca caiga en saco roto. Pese a que ahora hay vídeo, no me gustaría que mis descendientes tuvieran la oportunidad de ver otra capilla ardiente.