¡Acabemos con las colonias!
Esta situación no puede continuar así, dejando las cosas a medias, estando las cosas como están y el tiempo en que nos encontramos resulta todo un anacronismo que aún nos queden colonias.
Llegan las navidades y vamos a recibir un aluvión de aguas de toiletes, tenemos que hacer hueco y acabar con las existencias que aún lucen en nuestros estantes. Reliquias que van a quedar pasadas de moda en menos de un mes. Por supuesto me estoy refiriendo a esos estuches colonia + aftershave que siempre recibimos de algún pariente – normalmente tu tía – con todo el cariño del mundo.
En primer lugar el aftershave va a pasar a mejor vida: tiene la virtud de dejarte la piel al rojo vivo, que ni dándote golpecitos en la cara en plan “mira que lo sabía, que esto iba a escocer lo suyo, me está bien empleado por tonto”. Tíralo a la basura sin remordimientos. Si tienes suerte, en su lugar habrá un bote de desodorante – que abandona a las primeras de cuentas – o de champú. Ojo, mucho cuidado con lavarse con ese champú. Puede usarse para las manos, pero ni se te ocurra untarte con ese mejunje. Avisado quedas.
Luego queda darle utilidad a la colonia. Las hay de tres tipos: Suavecilla, “paradiario” y “nohaycojones”. La primera es la típica colonia muy fresca que uno puede echarse sin que la gente salga corriendo. Cada vez quedan menos. Si no tienes suerte, puede que te toque una del segundo lote, que son muy sufridas y útiles para aguantar el ajetreo diario. Pero no se te ocurra echarte ni una gota de la tercera opción si pretendes que los demás te sigan hablando. Por supuesto cualquier combinación de los productos del anterior párrafo con este tercer género de colonias está prohibido por la convención de Ginebra contra las armas químicas.
Bien, ya hemos recopilado los restos de colonias. Si en algún frasco hay más de tres cuartos del producto estás acabado, a no ser que esté prácticamente lleno y tengas el arrojo y la jeta de regalárselo a un tercero. Tú sabrás cómo manejar a tus enemigos... Los que tengan menos de un quinto del frasco los puedes tirar tranquilamente con la excusa de que ya no queda nada de la esencia, que se ha ido perdiendo con el uso. Pero ¿qué hacer con el grueso del pelotón? Una caída de bote suele estar bien. Ten cuidado qué tiras y dónde lo tiras, si no quieres que en esa habitación no se pueda entrar en días. Acuérdate de quitarle el tapón antes del “accidente”, que estos frascos suelen ser de cristal muy resistente.
Si hay alguna que aún te quede y te dé pena, déjala “para el coche”. No sabes cuándo la puedes necesitar, desde aquel día que se te olvidó el desodorante hasta el que te llenas los dedos de grasa o de gasolina. Mejor llévate dos y en una limpieza de cosas de la guantera tiras una de ellas; nadie encontrará el cuerpo del delito. Si has hecho bien la criba te quedarán menos de media docena de frascos. En tu inventiva está terminarlos, aunque yo ya te advierto para las próximas navidades: es mejor prevenir que curar. Es decir, ve agotando los frascos durante todo el año si no quieres verte en este aprieto. El que avisa no es traidor.