Coincido bastante poco con el ministro Bono, pero en esta ocasión disiento totalmente de su
petición de más mujeres generales, del ejército se entiende. Mujeres con un par de cañones como Agustina de Aragón o con un par de reinos como Isabel de Castilla, requeridas por la Armada, que las necesitan para armarla - permítanme la tontería – o mejor dicho, para mandar a otros a que la armen.
No me parece buen trato salir de la sumisión para entrar en el ejército. Es más, siempre he tenido la esperanza de que las Juanas de Arco y las Margaritas Thatcher sólo fueran un error de la evolución, que las madres un día tomaran el poder para salvar el mundo de tanta estupidez. Ahora ya sé que, como mucho, se puede aspirar a que las féminas tengan el mismo derecho a destruir el mundo como los maromos.
Bono quiere más mujeres generales. Yo deseo más mujeres particulares, que sean capaces de razonar y decidir por ellas mismas. Mujeres que manden en la ciencia, en el arte, en la música, en la medicina y en la política. Que se mueran los ejércitos de asco, que a la legión no vaya ni la cabra ni ningún otro cabrón. La mujer tiene mucho que decir, mas les pido que su igualdad no sea sólo de poner faldas a los uniformes y desinencias a las palabras. Que un día la paz gane a la guerra depende totalmente de ellas.