De piedra me quedé el otro día cuando leí que
salían a subastas tres cuadros pintados nada más y nada menos que por la mano de Franco, bajo el pseudópata (perdón, pseudónimo) de ‘Gironés’. Esta colección iba a salir a subasta al nada desdeñable precio de 9000 euros cada lienzo, operación que se ha suspendido tras las
declaraciones de la familia negando la autoría de los hechos por el difunto matón.
Parece ser que el señor firmaba con F. F., y que tras empapelar a España de muertos se dedicó a la pintura, no sin antes acometer la destrucción de la literatura con ‘Raza’ (si al final no lo escribió él, pues que se joda). Conocidos son también su mal gusto por la escultura, adoquinando las ciudades con su cabezón, y por la arquitectura (no ya sólo por el Valle de los Caídos, sino por toda la locura urbanística generada bajo su yugo). Es más, los expertos no se ponen de acuerdo si los desfiles por la Castellana eran un intento de destruir la música y la danza en nuestro país.
Lo que sí es unánime es la catalogación como mejor artista del país durante su dictadura, algo que no le resultó nada fácil: Tuvo que dedicar gran parte de su tiempo a acosar y fusilar a las gentes de las artes y las letras. Una vez expulsado o enterrados todos, a ver quién era el guapo que le tosía. Y mira que esta tierra es proclive a producir artistas ¡que no basta una santa cruzada para erradicarlos a todos!
En mi opinión, si el pueblo español llega a saber que este mamonazo quería ser artista, seguro que se le hubiera hecho el peloteo hasta la saciedad, se le hubiera comprado todo churrete y grabado sus mejores composiciones con la corneta. Todo por mantenerlo ocupado lejos de su malsana afición matarife. Ojalá hubiera un museo Franco, aunque fuera una birria, si con ello se hubiera evitado la matanza... Otra cosa es que, al ver semejante tropelía al arte, el resto de naciones nos hubiera declarado la guerra.