En las estanterías de las tiendas hay mucho juego de descerebrado:
Correr a toda pastilla cuidando que no te pille la policía,
matar terroristas islámicos,
matar islámicos directamente,
blasfemar con dioses de otras religiones ya extintas, o hacer convertir en deidades a los ídolos del
fútbol mundial. Todos ellos entran en la corrección política de Melchor, Gaspar y Baltasar.
Sin embargo, hay algunos juegos que los camellos no traerán, como
"matanza cofrade", un videojuego ambientado en la semana santa sevillana, donde los nazarenos y las señoras de mantilla se convierten en zombies que hay que ir desmembrando con el "
sano" procedimiento de introducirles una bala entre ceja y ceja. Todo un alarde de enfermiza imaginación, producto sin duda de un empacho de tambores al son de
'Corpus Christi'.
La Guardia Civil ha apresado al presunto autor del presunto juego, no por la cutrez innata de su diseño, sino por - agárrense - "
un delito contra la libertad de conciencia y contra los sentimientos religiosos". Comprendo que no sea muy respetuoso con la religión ir matando nazarenos, pero lo de la profanación de la libertad de conciencia no lo pillo.
Observando cómo la religión entra en el argumento de un "
juego permitido", puedo sacar la conclusión de que es posible eliminar todo tipo de creyentes siempre que no estén realizando sus quehaceres con el supremo. Es decir, matar moros a lo Santiago cuando que no estén mirando a la meca, o a judíos que no se den de frente con las paredes.
Quién sabe, a lo mejor llegamos a una especie de "
Convención de Ginebra digital" donde los fabricantes acepten no usar armas de dudoso gusto ni dejar que los pixeles revienten en determinadas condiciones. Hay que asesinar asépticamente, que luego le llegan a uno los dolores de conciencia. Matar en Semana Santa está reservado a las operaciones de salida y llegada.