Los señores parlamentarios se tienen que echar a temblar cada vez que el diputado Ignacio Gil Lázaro se levanta a preguntar; ya sea para preguntar la hora, la combinación ganadora de la bonoloto, o de qué le ha rellenado hoy el bocata la señora a Rajoy, si de aceitunas “violás” o de guindilla. Gil Lázaro tiene el don de preguntar y ya está llegando a las
6000 preguntas, todo un trivial.
Parece ser que la curiosidad de este señor roza el límite de la capacidad de trabajo del Ministerio de la Presidencia, supera la paciencia del resto de diputados, y realiza una tocada de pelotas al gobierno en toda regla. La jugada me recuerda a ese virus mamón que se dedica a hacer cientos de peticiones al sistema hasta que consigue reventar su cola y el equipo se reinicia.
Del montante de cuestiones el gobierno ha conseguido contestar a 4210, lo cual tienen que ser, lo menos, tres “quesitos” – a mí siempre se me atraganta el naranja, el de los deportes -; pero el carpetovetónico señor se mosquea por las otras. Se ve que no puede dormir con la duda y le recuerda al gobierno que "no tiene facultad jurídica para decirme cuánto, cómo y qué he de preguntar". Digno de película de
Paco Martínez Soria.
Lo que no sabe Ignacio es que muchas de sus preguntas ya las formuló el grupo
Siniestro Total hace años, aunque imagino que no lo tiene en su fonoteca. Supongo que lo importante no es la respuesta, sino el efecto. Miedo tiene que dar cuando el Mesías se dirige a él y le diga: “Lázaro, levántate y pregunta”...