El Peatón del Aire

Son éstos momentos de desear paz y felicidad a toda la humanidad, y no seré yo el agorero que agüe la fiesta ni los mantecados para que se tornen una pasta difícil de digerir. No tengo ganas de hablar de sepulcros blanqueados, ni de lo bien ni mal que lo pasen acá o allá. Son días de alegría y de realizar falaces deseos que nunca se cumplirán. He aquí los míos.

Deseo que se acaben las guerras, que los tanques disparen caramelos y los misiles vuelen a las estrellas para contarles el inicio de una nueva época. Que los fusiles se carguen con barras de rico pan que alimente a las madres y a sus descendientes. Que los militares paguen sus delitos construyendo todo lo que han destruido en este mundo, y que los cuarteles se conviertan en circos.

Quisiera que los votos al PP se convirtieran en canciones y nunca llegaran a las urnas, a cuyo ritmo sus acólitos quitarían uno a uno todos los kilos de crudo vertido sobre Galicia. Como soy un chico bueno, deseo que les ayuden los terroristas de ETA, la tuna y los personajes que aparecen en Crónicas Marcianas. Arzallus, Gil, Roldán o Conde, pueden echarles una manilla si se tercia.

También quisiera que Dios, como es tan bueno y se lleva al cielo a personas que me hacían grata esta vida como Juan (Dúo Sacapuntas), Luis Cíges, o José Hierro; también se lleve a otros no tan gratos que ya se han merecido estar a su diestra. Léase Pinochet, George Bush (en cualquiera de sus dos clones, padre o hijo), Sadam Hussein o el mismísimo Bin Laden si hay cojones celestiales de pillarlo.

No puedo dejar de pedir para los míos. A Charly, por ejemplo, que por fin le paguen el triple por trabajar una milésima y tal. A Gae que su estrella no vuelva a apagársele. A Peka que termine su guarida. A Yami que su príncipe aparezca. A Satis y Nissi que se rompa el muro que los separa. A Todos los demás, por no enumerar, que sean saciados de felicidad; y a mí... Bueno para mí nunca pido, pues sé que no se iba a cumplir tan falaz novedad.