No lo sé
He de reconocer que soy una persona a la que le cuesta decir que no, aunque la fama no me merece, pues la mayoría de las veces se debe a que no me importa decir que sí. Es más, ayer tuve que rechazar una maravillosa oferta de ir al cine en contra de mis deseos a alguien a quien casi nunca digo que no. Alguien que para mí es todo sí, afirmación que rubricaría aún cuando ello significara mi ruina.
Me gusta mantener mi palabra, que la mimo con detalle, así que suelo descartar la transición entre ambos estados de decisión. Para cumplirla, requiero de la herramienta básica de la duda, la ignorancia o el dilema: el "no lo sé", un perseguido de esta sociedad que sólo admite los "booleanos" blancos o negros y condena los difusos tonos grises de la no alineación decisoria.
Mas no veo pecado sino virtud en darle tiempo a una decisión o simplemente a no tomar partido en ella. Ante cuestiones que nunca me he planteado, que no he hallado solución, o simplemente nunca hallaré no puedo dar un veredicto. Mi "no lo sé" lleva una dosis de sinceridad concentrada enriquecida con vitamina D, de mi Desnudez mental. Un producto que no tiene por qué ser perecedero.
¿Vas a venir a mi fiesta? ¿Qué gen es el causante de la alopecia? ¿Qué cantidad de masa hay en el universo? ¿Puedes demostrarme la tesis de Church? ¿Qué harás dentro de veinte años? Creo que sólo puedo decir que no lo sé. De algunas de estas cuestiones ni me he planteado la respuesta, de otras no he decidido, las tengo que no hallaré solución, y no me avergüenzo en decir que supe de una, pero se me ha olvidado.
Mi duda legitima mis conocimientos, da lustre a mi palabra, me distancia de los charlatanes y de los necios. Es una duda valiente y responsable. Sólo pido que no se vuelva patológica, que en los momentos de necesidad tenga la respuesta adecuada. ¿Me quieres? Por supuesto que sí. ¿Cuánto me quieres? No lo sé, creo que no hay respuesta que abarque el infinito.