¡NO A LA GUERRA!
Sé que este es un ruido de hormiguita en plena jungla, pero no puedo dejar de unir mi grito con el del resto de pequeños lamentos de este hormiguero contra ese monstruo de la codicia que no tiene remilgos en degradar la humanidad a soldado raso y ascender la muerte montada en carísimos misiles. No al genocidio perfectamente organizado y perpetrado al más frío estilo nazi. No a ese gasto en armamento que supondría la salvación de tantos hambrientos. No a nuestros líderes. No a la guerra.
Un señor con sonrisa profidén y cara de papel maché quiere ajar al eje del mal. Supongo que del mal vestir, ya que no se estilan trapitos moda “La ciudad no es para mí” de Sadam Hussein, ni el “eloiseeeeeeee” de Kim Jong; eso sí, se perdona el chándal tipo “imperioso” de Hugo Chávez, o el hábito “jeque mate” del rey Fadh. Como en las películas de serie Z, la maldad se esconde tras la cutrez, era por ello que en la serie “Dallas” JR llevara semejantes sombreros. Sin embargo, los buenos van tan elegantes como James Bond, o como el marido de Doña Botella.
De botella no, de botellón se reúnen los “coleguis” de la ONU, liándose un “porrete” con un librillo marca resolución. A la segunda o tercera de éstas habrán cogido el suficiente “puntazo” como para dejarse llevar. Les confundirá la noche en que caigan las bombas sobre Bagdad, y nosotros lo veremos en verde y negro, como aquellos antiguos videojuegos. Se venderán muchas armas, y luego habrá que reconstruir lo destruido, y hacer películas. La muerte y las palomitas cotizan a la alza, según el chivatazo que me acaban de dar.
Como bien recuerda Noam Chomsky - persona con cuyas ideas no siempre comulgo, aunque compartimos el mismo asco por cierto tipo de personas – los derechos de una sociedad democrática no son otorgados por los dirigentes, sino que ha sido el pueblo el que lo ha ganado a precios muy altos. Y es por respeto de aquellos que perdieron parte o toda su vida en esa lucha que no debe ser vilipendiada de esa forma. No a Saddam, pero tampoco Bush, Aznar o Blair. Que se escuche este grito de hormiga: ¡No a la guerra!