Ayer decidí zanjar un par de temas que tenía pendientes. Uno de ellos era ver
“el pianista”, y me decidí ante la posibilidad de que
raperos o
antihéroes de comics la desplazaran de la cartelera. Era una película que quería ver con
cierta persona, pero las circunstancias nos habían separado, y llamé a un amigo común para verla –quizás el que más empeño había puesto en ello.
Es una película para ver, sufrir, llorar y disfrutar. Para sentirse como una piltrafa, humanamente desgraciado, desde esa perspectiva que pocos filmes han sabido dar sobre la guerra.
No he sido el único que ha sentido una brutal realidad en todas sus escenas, sin vidas bellas, sin listas de buenos samaritanos, sin John Wayne ni Alfredo Mayo. Así fue la guerra, así ha sido siempre, y así – desgraciadamente - serán las próximas.