De repente, terminando de leer las palabras de mi buen amigo, sentí una imperiosa necesidad de salir corriendo a mirarme en el espejo. Observé fijamente la imagen que me devolvía el frío cristal ... no, no era esa la que hace unos meses me miraba y me sonreía plácidamente ¿o quizás si? ... ¿soy la misma corredora de fondo, o es el fondo el que ha cambiado y me ha hecho correr?
Miro desafiante esa imagen estática y me devuelve una arrogante mirada. Unos instantes ... efímeros, eternos, quien sabe ... sólo unos instantes y habré llegado a una conclusión: sí, yo también soy corredora de fondo; antes lo era y ahora también lo soy, pero he comprendido que mis metas pasadas y presentes son diametralmente opuestas.
Hubo un día en que fui corredora de ilusiones, esperanza y felicidad ... un día donde incluso los coches, las motos, las bicis o los perros resultaban extrañamente maravillosos, donde no dudaba en obsequiar una amplia sonrisa a mi peor enemigo.
Más el destino caprichoso quiso hacerme correr en otra dirección, huyendo de los fantasmas, las pesadillas y los pedazos de un corazón partío. El desorden urbano, las plazas abarrotadas, las playas desiertas, se tercian más siniestras que nunca, y cada día parece alargarse durante meses. El ácido láctico, los callos, me retienen más y más a medida que el tiempo arroja su oneroso lastre sobre mis espaldas.
¿Tirar la toalla? ¿Seguir corriendo? ¿Acaso tú que lees esto conoces con certeza el camino hacia la paz y la serenidad? No amiguito, no seamos pretenciosos, tan solo nos queda cerrar los ojos y no volver la vista atrás. Todo en esta vida es efímero e incierto ... pero si el viento del destino altera la dirección de mi veleta una vez más ... quiero estar allí para celebrarlo ... ¡¡¡no me lo quiero perder!!!
Corramos juntos, amigo...
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