¡Yo quiero ver los bombazos!
Eso es lo que acaba de exclamar un alumno mío de 4º de ESO nada más conectarse a Internet. Llevan toda la mañana nerviosos, excitados, hablando de tal caza o cual bombardero. Incluso hay quien se ha traído un diskette para guardar las fotos más interesantes del conflicto. Creo que es la primera vez que les veo mirar con avidez la página web de un diario.
El tema ha desbancado incluso al fútbol – en un día importante, pues ha acabado la fase de clasificación de la “champions league” –. Algunos ya me han mandado chistes gráficos alusivos al tema, y hay uno a quien el conflicto ni le va ni le viene y se dedica a mirar las páginas de tonterías y juegos... ¡Vaya! ¡Pues no estaba el niño jugando a tirarle cuchillos a Bin Laden!
Sin embargo, noto un alarmante descenso en su libido. Ya no tengo que regañarles por buscar tetas digitales, lo cual me preocupa. Prefieren la guerra a la guarra – y no digamos al amor -, los falos voladores a los turgentes montes de venus, el careto de idiota de los líderes mundiales a las caritas de ángel de las modelos y actrices. No sé si están alienados, alineados (con el nuevo orden mundial) o alelados.
Y las chicas... ellas como siempre: apolíticas, átonas y asonantes. Las mujeres no se meten en política, que la guerra es cosa de hombres y la paz de maricas; perpetuando el meme para memos que han interpretado sus madres y abuelas. Alguien debería decirles que sus legítimos derechos reconocidos en el siglo pasado se perderán si no se usan. Tanto sostén quemado para esto...
Y mientras yo, como un simple espectador, sin saber qué hacer. He escrito en mi pizarra “no a la guerra”, y se me han reído en la cara por desfasado. Soy un iluso, pues hasta los chavales saben que esta guerra no parará hasta que la televisión muestre el desfile de las tropas americanas por Bagdad. Ese es el guión, y así lo veremos en los próximos videojuegos y cines. Afinad los joysticks, poned los videos, comprad las palomitas ¡Que empiece el espectáculo!