”El espacio vacío vive como el lleno. ¡Prestadle atención!” afirma
Berrocal para explicar algunas de sus obras donde el espacio queda delimitado por el metal y no al revés; las formas encierran siluetas de aire moldeado. Una nueva manera de ver esos oscuros amasijos sobre impolutos pedestales, pues tras mi tercer acercamiento a su obra he comprendido al fin su mensaje. Ahora soy cómplice de sus ideas, culpable de pensar.
Del mismo modo, identificar los límites de las personas nos proporciona información sobre su belleza y no sobre su fealdad. “Me gusta tu sonrisa, porque no es perfecta”, le decía a una amiga a la que he aprendido a mirar su espacio vacío, y no sus formas como hacen los demás. Es bonito ver ahí, donde otros no atisban nada; sentir que compartes un secreto que está totalmente visible, simplemente expuesto a la luz.
La luz ensucia el cielo. Lo saben astrónomos y trashumantes que maldicen una y otra vez el blanco manto con que la ciudad vela la noche. Para que brillen las estrellas deben callar las farolas, que son las chismosas del firmamento. Las personas las necesitan para ver, pero el secreto de los astros se revela a quien disiente de esa aureola. Lo cantan
Lagartija Nick en
Azora67:
[...]Demasiada luz
La luz ensucia el cielo
Mi cielo está vacío con demasiada luz
Ni en las noches más claras es posible distinguir las estrellas
Ocultas tras el resplandor
Contempla a cierta distancia cómo una burbuja cubre la ciudad
Se extiende a varios kilómetros de altura
El cielo está aparentemente vacío
Un velo blanquecino oculta los astros
La luz que ensucia el cielo
Demasiada luz
La luz oculta estrellas
Mi cielo está vacío con demasiada luz
Admirando una escultura de Berrocal, acariciando con mis ojos el firmamento, escuchando a mi amiga, en ambientes sin demasiada luz que oculte esos detalles al alcance de tan pocos. Está tan paradójicamente vivo el espacio vacío que no desearía que estuviera lleno.