Sol
Hoy la Costa del Sol está gobernada por uno de justicia, de los que atraen turistas y espanta las penas. A la hora del café, disfrutando de un crema al estilo lagartija – desparramado en la silla sin moverme -, reflexionaba sobre dos cosas: La primera en que hay un montón de pequeñas cositas que pueden a uno hacerle felices por encima de lujo alguno. Un café, el sol y yo ¿Quién desea un Ferrari?
Luego me acordé de una fábula que aparecía en uno de mis libros de primaria: Estaba el Viento fanfarroneándole al Sol de lo fuerte que podía soplar. “Mis pulmones pueden hacer levantar una casa”. El astro rey, cansado de tanta majadería, le propuso el siguiente desafío: “¿Ves aquel señor que viene caminando? Apostemos a ver quién es capaz de quitarle el abrigo”.
El Viento se jactó de tener una sencillísima tarea, y se puso a soplar despreocupadamente. Al notar el aire, el peatón hizo el instintivo gesto de abrigarse. Pronto la brisa se tornó ventisca, pero cuanto más apretaba, más se arropaba el pobre viandante. Cansado, jadeante, el Viento desistió de su vano intento y decidió otorgar la oportunidad a su contrincante.
Poco tuvo que apretar el sol para subir la temperatura hasta altas cotas. Enseguida, el peatón se desabrochó y, ante la insistencia, llegó a quitarse la prenda, que colgó de su codo. El arrogante Viento había sido derrotado usando el ingenio, que no la fuerza. Bonita moraleja justo a la hora en que se me acababa mi suerte de descanso ¡Quién fuera Sol para derrotar al aire de hoy!