Limpiando mi messenger
He llegado al límites de contactos que permite mi messenger, así que he estado borrando unos cuantos contactos que ya no los voy a usar. Estupenda excusa para quitarme de en medio a quienes sólo tenía por compromiso y encima me tenían excluido. Aún me quedan algunos sobre los que me embarga la duda, y les doy una oportunidad hasta la próxima limpieza.
De entre esos pocos que siempre conservas con la esperanza de que vuelvan, tengo a mis dos Sandras. Una es de México, y pocas veces coincidimos. Somos dos desconocidos, pero no sé por qué, siempre gusta hablar con alguien que está tan lejos y que se acuerda de ti después de tanto tiempo. La otra Sandra está muy atareada, pero tuvo el detalle de conectarse antesdeayer para felicitarme por mi santo.
Gentes de la que apenas sabes, como muchos otros amigos, con los que hablas con la complicidad de saber que desconocen tu vida. Personas que, gracias a que están fuera de tu entorno, pueden darte esa opinión objetiva que estás deseando recibir; y viceversa. Nos necesitamos para hablar y oír, apoyarnos mutuamente. También los hay con los que sólo intercambias sandeces, y sin su concurso sería muy aburrido todo esto.
Qué bueno es encontrarte por la calle a un viejo amigo o compañero y pedirle su dirección de messenger, y poder recuperarlos en formato digital; mucho mejor que el teléfono, al que siempre he tenido pereza coger. También ocurre con esos familiares que, de vez en cuando, aparecen para mantener los lazos que la distancia no ha conseguido desatar ¡Hasta la próxima comunión, bautizo o boda, prima!
Y por último, los grandes amigos, los que estás deseando que se conecten. Aquellos que dejan tu messenger solitario tras su desconexión. Personas que se disfrutan en todos sus formatos, para los que la distancia nunca te parece grande. Ahora no tengo ninguna conectada, pero no me importa. Seguro que luego tengo la suerte de verlas en carne y hueso. Es más, precisamente ahora os voy a dejar, que voy a visitar a una muy especial.