Abajo las tallas
Basta de tomaduras de pelo: ¡Abajo las tallas de prendas de vestir troncos masculinos! Seguro que no soy el único que se pregunta qué sistema de medida tan aleatorio permite que tenga en mi armario prendas que van de la S a la XL; qué vara de medir da tanta manga ancha a mis camisetas de manga corta. Y cuán difícil es encontrar un par de piezas que se hayan elaborado con el mismo rigor o con rigor alguno.
Ahora que estoy cambiando mi armario para adecuarlo a la actual estación observo mi repertorio y me percato de lo fútil del actual sistema de medida, una guasa; por lo que he ideado un nuevo metro más completo, lejos de una simple letra, que dé una mayor información al cliente, y que clasifico según el cuello, la pechera, la barriga, y el más allá.
*Cuello: ¿Por qué algunos suéteres comienzan su botonadura entre mis tetillas y otros lo hacen en la misma laringe? ¿Por qué algunas prendas no me caben literalmente por la cabeza y otras me bailan de hombro a hombro? Propongo la siguiente nomenclatura: cuellicorto, normalucho, y capón, dependiendo si con ella parece que tenemos la cabeza apelmazada al tronco o por el contrario se nos atisba una prolongación de jirafa digna de un capón en el cogote.
*Pechera: Al igual que el anterior, con tres categorías me basta: wonderboy, normalucho y sabanero. El primero realza como un sujetador femenino las beldades o aberraciones del pecho masculino, tetillas puntiagudas incluidas; mientras que una camisa de pechera sabanera nos da la impresión de habernos puesto el paño de la mesa camilla de la salita.
*Barriga: De la compresa a la triste-realidad, según ni se vea y ni traspase nuestro patético estado de embarazo masculino, o todo lo contrario. ¡Ojo! Que hay prendas que tienen la satánica cualidad de hacernos aún más gordo, que nada tiene que ver la cervecita con tapita que siempre cae antes de almorzar. Al infierno debería ir el diseñador por tener tan poca consideración y reírse de nosotros con tan mal gusto.
*Más Allá: ¿dónde acaba una prenda masculina? Según la cintura, vamos de ombligueras a tobilleras, y dependen de las ganas que tienen los fabricantes de gastar tela. Las últimas son muy útiles cuando te cambias de ropa entre mucha gente, pues nunca te verán los paños menores. Las mangas van de la relojera, para lucir peluco, a la el difunto fue mayor, ideal para cuando hace frío y olvidaste los guantes.
Así, Un señor alto y delgado podría usar una triste-realidad que lleve tobilleras, mientras que un bajito y regordete alucinaría con una compresa con el más allá ombliguero. Los nenes de gimnasio pueden tener un wonderboy y los tipos como yo un normalucho en todos los sentidos porque a ver cuándo diseñan prendas para personas y no personas para entrar en esos inventos del demonio.