otros mundos
Para qué invertir mi tiempo en demostrar la curvatura de la Tierra si la gente la prefiere plana. Un mundo lineal, determinista, ordenado por entes superiores responsables de nuestro azaroso camino, a los que invocar o culpar cuando no soportamos la presión de la responsabilidad. Un planeta entre otros mundos tan imaginarios como insulsos, sin los anillos de Saturno, ni la magnanimidad de Júpiter, o el azul de Urano. Mi suerte divisible por dos, tres, cuatro, seis y doce.
Sorprendente la luz, ora onda, ora corpúsculo, atravesando las gotas de agua en un éxtasis de armónica descomposición. Poesía de la física en todo su esplendor. Esas mismas gotas que formarán el rocío sobre una flor en rima de arte mayor con la química. Ningún texto sagrado llega a la imaginación del más elemental de los libros de ciencias. Ninguna verdad contada me hará realizar una genuflexión que no sea más que para ver de cerca los diminutos seres que pueblan la tierra que piso.
¿No es más fabuloso el funcionamiento de un hormiguero que el de las hadas, ninfas u otro ser imaginado? Es menos que un milagro acaso que en una puesta de miles de huevos sólo unas tortugas sobrevivan y lleguen a adultas en un mar muchísimo más interesante sin dioses ni sirenas. Y la tierra moviéndose según Wegener, con sus volcanes y terremotos, se me antoja más allá de lo que un burdo Vulcano pudiera imaginar.
Dudo que la mayoría quiera compartir la maravilla de este mundo, que incluye un viaje alrededor del sol cada año. Prefieren renunciar de antemano a él, quizás porque nadie les ha enseñado a comprenderlo, a quererlo, a amarlo. Nunca es tarde para empezar: mira, está anocheciendo... ¿Sabías que la luz que despiden las estrellas tardan años en llegar aquí? Es el pasado y no el presente lo que contemplamos...