Nunca llegué a entender la letra de la canción, esa ofuscación con nosotros, el amplio colectivo que formamos los feos, pero desde
Boris Vian hasta
Wilfredo Vargas
- pasando por el instituto Ponds de belleza-, parecen dirigir nuestro destino hacia el exterminio. Un mundo sin feos, inmaculado, de querubines a semejanza del cielo. ¡Qué guapo Jesucristo y qué guapa la Virgen!
Pero los guapos también se mueren. Hoy sin ir más lejos leo la desgraciada
necrológica de Gregory Peck. Nos estamos quedando sin los galanes del blanco y negro, los clásicos a los que su percha acompañaba un halo de ética, rectitud y valores que no siempre se corresponde con la realidad. “The end”, las dos primeras palabras en inglés que el españolito de a pie aprendió.
Parece que da más lástima la muerte del guapo: “pobrecillo, ¡mira que bien sale en esta foto!”. Cuando
Rock Hudson fue víctima del SIDA, todas las madres del mundo sintieron un desconsuelo tremendo. Aquel pedazo de hombre, tan desaprovechado, y fíjate quién iba a saber que era “desviado”. Sin embargo, tras la muerte de
Divine más de uno pensaría: “eso le pasa por maricón”.
Y es que la parca es la única que no tiene reparos en escoger feos o guapos de compañero de baile. “Lo importante no es la belleza”, dirá para sí mientras con la mano que no sostiene la guadaña apunta a su próxima víctima. Pues ahora me está empezando a caer bien la tía ésta. Va a ser la primera mujer que ve en mí más allá de mi careto y mis antirrenacentistas formas.